22 Absalón no dijo a Amnón ni una palabra, ni buena ni mala, pues
odiaba Absalón a Amnón porque había humillado a su hermana Tamar.
23 Dos años después, estaban los esquiladores con Absalón
esquilando en Baal Jasor, junto a Efraím, y Absalón invitó a todos los hijos
del rey.
24 Se presentó Absalón al rey y le dijo: «Ya que estoy de esquileo,
que vengan, por favor, conmigo el rey y sus servidores.»
25 El rey dijo a Absalón: «No, hijo mío, no podemos ir todos para no
serte gravosos.» Insistió, pero el rey no quiso ir y le dio su bendición.
26 Absalón le dijo: «Que venga, por favor, con nosotros mi hermano
Amnón.» Respondió el rey: «¿Para qué ha de ir contigo?»
27 Pero Absalón le insistió y dejó que fueran con él Amnón y todos
los hijos del rey. Absalón mandó preparar un convite regio.
28 Y ordenó a sus criados: «Estad atentos: cuando el corazón de
Amnón esté alegre por el vino y yo os diga: “Herid a Amnón”, le mataréis.
No tengáis temor, porque os lo mando yo. Cobrad ánimo y sed valerosos.»
29 Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les
había mandado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron y montando
cada cual en su mulo huyeron.
30 Estando ellos en camino llegó a David el rumor de que Absalón
había matado a todos los hijos del rey y que no había quedado ni uno solo
de ellos.
31 Se levantó el rey, rasgó sus vestidos y se echó en tierra; todos los
servidores que estaban a su lado rasgaron también, sus vestidos.
32 Pero Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y
dijo: «No piense mi señor el rey que han muerto todos los muchachos, los
hijos del rey, porque solamente ha muerto Amnón; pues era cosa decidida
en boca de Absalón desde el día en que aquél humilló a su hermana Tamar.